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De la memoria de afectos y del imaginario de la nostalgia / Jesús Cámara

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Cuando hablamos de Venecia, inconscientemente nos viene a la memoria asociaciones como decadencia y deterioro. Aunque bien es verdad que dejó de ser esa gran potencia económica, hoy el turismo, gracias al legado artístico que nos legó su burguesía mercantil, hace de ella una ciudad que renace y se renueva como ave fénix. La cultura occidental debe mucho a Venecia. No ha dejado de ser -a pesar del paso del tiempo-una de las mejores referencias de la cultura de la elegancia.

Son muchos los artistas que desde hace siglos han plasmado la ciudad en su lienzos, baste recordar a Canaletto, Guardi, y hasta el más próximo a nosotros Alberto Orrego Luco (Valparaíso, 1854- Santiago deChile, 1931). No han cesado de rendir homenaje a la que seguramente es la ciudad más bella y sugerente del mundo. El origen de Villalón tan cercano en la sangre a España y a la cultura occidental, facilita más que a otros pintores chilenos que se enfrente física y conceptualmente con la silente belleza de estos parajes.

En esta muestra, no es el paisaje puro lo que le interesa a Villalón, sino el espacio y su papel como escenario de la fábula humana. Un marco plácido, donde afloran las pasiones humanas. La arquitectura aparece como contrapunto de las historias que encierran sus muros. Al observar sus palacios nos parece como si en cualquier momento pudieran resucitar, saliendo de sus cuadros los personajes históricos que antaño los habitaron. Óscar Villalón describe lo que ve, lo que tiene ante sus ojos, pero pretende igualmente representar lo invisible. En el interior son fastuosas estancias adamascadas , policromadas, doradas, o tapizadas. Sin embargo en el exterior, la naturaleza no permanece imperturbable, cumple sus ciclos regulares y desata sus fuerzas sobre los muros de la ciudad, su vigor y su lento detrimento. Aquí en Venecia la naturaleza domina al hombre y lo abruma, parece ajena al goce o drama humano. Pinturas plagadas de connotaciones teóricas y referencias cruzadas que ofrecen al espectador inagotables lecturas, donde predomina lo desconocido y lo misterioso. Villalón pretende que el espectador tome una postura reflexiva con respecto a su concepción del entorno, del espacio que le rodea. Muestra la manera en la que éste refleja y determina la forma que el individuo tiene de estar en el mundo.


Estos cuadros  son poco espectaculares, y  son, porque el artista así lo pretende. Prefiere la ejecución con rigor y análisis. Representaciones apacibles que dejan de serlo cuando aparece una sensualidad que me atrevería a califica de perturbadora. Nuestro artista  manifiesta una destreza sin igual en el dominio de los pigmentos.  Los cielos en Villalón son de un atrevimiento colorista muy evidente,  un contrapunto. En líneas generales siente una fascinación por la arriesgada representación de la luz y el color. De esto modo se pueden identificar diversas tipologías en su empleo: a veces presenta unos sorpresivos primeros planos en los que aprovecha el potencial abstracto Puerta, Ventana, Espejos, Puente; otras la luz del sol inunda un muro casi pareciendo disolverlo hasta la inmaterialidad, a base de diáfanas veladuras, con luz radiante donde las formas se disuelven Gondoleros , o realiza un contraste de colores con la blanca y fría luz Cúpulas, La Piazzetta, Campanario, o que todo parezca estallar en un juego de color dinámico e incandescente, desprendiendo una luz sumida en misteriosos contornos Gran Canal y Góndolas. Es en éstos últimos precisamente, de atmósferas saturadas, cuando más se perfilan delicados detalles en la pincelada.


Pintura que está en la búsqueda de sintonías en el espacio revelado. El espectador denota una energía en continua expansión tanto a nivel espiritual como sensorial, una percepción suprasensible dentro del mundo visible. La apariencia invade las superficies de la realidad. Lo sólido se pulveriza, las sombras devienen materia, la memoria no se petrifica en monumento, sino que toma la apariencia metamórfica de los sueños. Panoramas con calidad onírica bajo las texturas vaporosas e irisadas en ocasiones de sus cielos, recordando al inglés William Turner (Covent Garden, Londres, 1775- Chelsea, Londres, 1851). Esta frágil arquitectura en la pintura de Villalón se mantiene, así, en un estado precario adquiriendo un carácter casi totémico. Regios edificios acompañados por el tañer de unas campanas que marcan el inexorable paso del tiempo, al ritmo de la cadencia constante del Tempus Fugit.

Pintura lúdica o con estrategia lúdica, que intenta al fin y al cabo un acercamiento más fiel a lo real del sentido del arte y al atisbo de quien lo percibe y lo cuestiona. Pintura que tiene que ver con la visión paralizada de la fotografía, que no es más que una tentativa de deterner el tiempo, captando un instante efímero de la eternidad, para dotarlo de una trascendencia simbólica, que es el momento en el que entra en juego nuestra mirada. Estas creaciones de Villalón son una alegoría acerca de la caducidad humana frente a la perpetuidad de lo inmaterial. Estos escenarios/espacios de Venecia los privilegia al convertirlos para nuestra retina en una memoria de afectos y en un imaginario de la nostalgia.

 

Jesús Cámara
De la Asociación Española de Críticos de Arte (AECA)

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